lunes, 15 de julio de 2013

El miedo es una discapacidad. El síndrome de Down, no.


Un equipo de redacción del periódico “ARA”editado en catalán, quiso conocer en directo cómo trabajamos en La casa de Carlota y en la edición del domingo 14 de Julio nos ha dedicado este maravilloso reportaje que a continuación traducimos al castellano:
“El miedo es una discapacidad, el síndrome de Down ,no”
La Casa de Carlota es un estudio de diseño que integra personas con síndrome de Down y jóvenes estudiantes a punto de licenciarse. Una empresa que suma las habilidades a menudo olvidadas de personas con discapacidad y el talento hoy desaprovechado de jóvenes universitarios. La visión del mundo de los primeros se une a la técnica innovadora de los segundos y el resultado son unos productos únicos diferentes y con un fuerte componente social.
Sus compañeros todavía no se ha sentado y Rosa ya avisa: “he tenido una idea buenísima”. Quiere arrugar un dibujo, romperlo , engancharlo en trocitos en una hoja de papel blanco y dibujar formas entre ellos. “Me parece una buena idea, vamos a probarlo”, contesta Pablo y hace una fotocopia que Rosa puede empezar a destrozar. La casa de Carlota funciona como cualquier estudio de diseño: alguien tiene una idea, se prueba y si sale bien, se ejecuta.
Un estudio de diseño como cualquier otro, pero con una particularidad que Rosa explica así: “es un proyecto de integración en la que participamos jóvenes con discapacidad i otros con ninguna discapacidad. Es muy enriquecedor, porque nosotros aprendemos de ellos y ellos aprenden de nosotros”. Rosa Martín tiene síndrome de Down, tiene 42 años y no le gusta dibujar pero escribe muy bien. Hace diecisiete años que trabaja de bibliotecaria i este nuevo trabajo le permite exteriorizar su creatividad. No lo dudó ”yo las puertas nunca las cierro, si me dan la oportunidad de subir un escalón más, porque no?” se pregunta.
Steven Mzar, tiene 22 años, este verano acaba la carrera de diseño y las perspectivas laborales no son buenas. Todos los indicadores estadísticos corroboran que los jóvenes han estado particularmente perjudicados por la crisis. Estudiar mucho y aprobar ya no es garantía de encontrar un buen trabajo. Tampoco lo es estar dotado para la informática y el diseño, como Steven. Aquí puede poner en práctica su talento y su reto de convertir ideas de personas como Rosa, con quién nunca se hubiera imaginado trabajar, en buenos productos. “Esto es un intercambio en el que todos ganamos alguna cosa: ellos pueden desarrollar su lado artístico y nosotros hacer lo que nos gusta.” Con las capacidades de unos y la técnica de los otros, los resultados llegan: hay una lista de espera de clientes que les quieren encargar sus diseños. Steven admite que la idea le costó al principio. “ Los primeros días piensas que será difícil, que los tendrá que tratar diferente, pero después ves que son tus compañeros de trabajo y hay la misma presión, y las mismas ganas de hacerlo”.
Muchas capacidades
Gabi copia un dibujo lleno de tubos, probetas, potes, pipetas y embudos que se convertirán en el logotipo de un laboratorio científico. Con la mirada puesta sobre el papel, si le preguntamos alguna cosa, contesta “si?” “no?”. Parecen interrogaciones, pero en realidad, afirma. Gabi tiene un transtorno del aspectro Autista que se manifiesta, básicamente por alteraciones de la comunicación. A parte de esto, Gabi dibuja. Y dibuja muy bien y muy rápidamente.
Su ejemplo y el de Rosa, personifican la esencia de esta empresa: aprovechar las capacidades que son muchas, de las personas con discapacidad. La integración pasa por dejar de definirlos según la discapacidad.
Rosa lo puede explicar en primera persona: “vosotros siempre remarcáis que somos diferentes, pero no hace falta matizarlo. Somos como somos, no es necesario remarcar la diferencia”. Es evidente que se expresa con mucha más claridad que otras personas con síndrome de Down, pero precisamente por esto se le puede preguntar por su condición. Es muy consciente y tiene las ideas muy claras: “! yo no tengo un problema, tengo una alteración genética y punto!. Para mi, un problema lo tiene quien se droga”.
Integración Total
Rosa da una lección de vida a los que tienen síndrome de Down y  a los que no:”hay una discapacidad que tenemos todos: el miedo. Para mi el miedo es la discapacidad, el síndrome de Down, no”, y regala un ejemplo muy ilustrativo: “si te cortan un brazo no eres discapacitado, eres discapacitado si con el brazo cortado tienes miedo de hacer cosas”. Rosa sabe ser crítica y contundente también con sus compañeros con síndrome de Down:”yo no soporto la impuntualidad” ( y una compañera acaba de llegar tarde). Es un trabajo y hay unas normas:”algunos se imaginan que es una escuela. Un compañero ¡un día pidió merendar! ¡escucha! ¿desde cuándo meriendas en el trabajo?” los responsables del estudio defienden que la integración total pasa por tratarlos como iguales, también cuando se les ha de exigir.
Rosa y Gabi, Steven, Sara, Pablo, Ana, Mónica y Carlo no van a un taller para personas con discapacidad, van al trabajo y en el trabajo se va a trabajar. Así lo han ideado sus promotores y así lo exigen los clientes. Las fechas de entrega se tienen que cumplir. El método de trabajo es un “maravilloso caos” , en palabras del director creativo, José María Batalla, pero los proyectos tienen que estar a punto cuando toca. Y lo están.
Y los dibujos de Gabi y las frases de Rosa ya han adornado los árboles de Barcelona y decoran camisetas, delantales, botellas de jabón, envases de miel, cajas de cereales, bricks de zumo, páginas web y anillos con estilo propio: “ De momento, te quiero” o “ El amor dura un beso”. Personas discapacitadas con muchas capacidades y chicos sin experiencia pero con un talento enorme se unen y de las adversidades respectivas, las convierten en el éxito del grupo. Los proyectos y diseños de La casa de Carlota ayudan a vender, que es lo que, al final, quiere una empresa.
“El objetivo no es dar trabajo a personas con discapacidad, sino que es construir una empresa rendible, y con valor social” resume Batalla.
 ¿Y Carlota?
Carlota tiene dos años, es rubia, extrovertida, risueña, lleva gafas, y saca la lengua en las fotos. Ella todavía no lo sabe, pero su nacimiento dio lugar a uno de los estudios de diseño más especiales de Barcelona. También tiene síndrome de Down, pero esto, como diría Rosa, no es necesario remarcarlo.
Empresas sociales. Emprendedores responsables.
La casa de Carlota es fruto de la emprendiduría de Carmen Banqué- la madre de Carlota- y de José María Batalla, que después de años dedicado al mundo de la publicidad decidió aprovechar sus conocimientos para ayudar a empresas y a entidades con objetivos sociales. Batalla decidió el año pasado fundar 1000friends, una empresa que ayuda a las marcas a ser socialmente responsables. En pocos meses de vida, ya han llevado a cabo proyectos destacables como la campaña del Casal dels infants “Ferran Adrià i la fàbrica del menjar solidari”. Con La Casa de Carlota se pretende demostrar que es posible ”hacer una empresa con un producto diferencial y con valor social”.
Cambio de paradigma
“Si la responsabilidad social no ayudara a vender, las empresas no lo harían; es duro, pero es así”, admite Batalla que reconoce que los empresarios cada vez más se involucran en su entorno, pero que “esto no quiere decir que se estén haciendo las cosas bien”. Las empresas saben que con responsabilidad se conecta mejor con los consumidores, pero se necesita una estrategia a largo plazo:”no se trata solo de ayudar a las ONG, sino de empezar desde dentro, tratar bien a los empleados y ser sostenibles”. En septiembre aterriza en Barcelona un proyecto innovador y socialmente responsable desde su concepción. Se trata de Specialisterne, una empresa consultora especializada en sistemas informáticos donde sus trabajadores tienen algún trastorno del espectro autista.Personas especialmente capacitadas para detectar errores de programación. No es un trabajo que también pueden hacer los autistas, es un trabajo que ellos hacen mejor que nadie.
En el matiz está el cambio de paradigma.

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